Puerperio salvaje: la fiebre
Sobre la enfermedad, el derecho a la salud de los pueblos indígenas y la migración forzada
En enero nuestra hija se enfermó. Al principio pensábamos que eran los efectos secundarios de las vacunas -segunda dosis de la Hexavalente (que protege contra difteria, tétanos, tos ferina, hepatitis B, Haemophilus influenzae B y poliomielitis) y antineumocócica - pero días después la pediatra nos confirmó que se trataba de “la sesta malattia” (la sexta enfermedad), un buen título para una película de terror, que después de indagar en internet identifiqué como roseóla.
Fueron tres días de fiebre alta -una madrugada el termómetro marcó 39.9 °C- y al cuarto día, cuando cesó la fiebre, su pequeño vientre, cuello y espalda se pobló con un sarpullido -pequeños puntos rojos que no dolían ni picaban-. Precisamente este día coincidió con la cita en el médico.
Era la primera vez que nuestra hija, de 10 meses recién cumplidos, se enfermaba, que tomaba tachipirina, que no quería comer, que lloraba inconsolable, que balbuceaba intentando explicarnos que le dolía la cabeza o alguna otra parte de su cuerpo. La doctora nos felicitó por haberla hidratado tan bien, algo que hicimos muy intuitivamente, de lo contrario, nos explicó, hubiese convulsionado.
Siempre le temí a este momento, la primera vez que se enfermara nuestra hija, sobre todo estando en otro país. Pensaba que teniendo a una abuela, una hermana, una tía, una prima o una amiga, preferiblemente mamá, cerca nos ayudaría a aligerar la situación con su experiencia.
Aquellos días de fiebre me correspondía escribir el apartado de salud en un informe de derechos de pueblos indígenas de Venezuela que redacto cada año. Como es evidente, solo pude sentarme a escribir después que pasó la enfermedad.
Una o dos horas por las tardes, con la bebé dormida sobre las piernas o con su padre, me sentaba a trabajar. Fue entonces cuando delante de mis ojos comenzaron a aparecer las historias de las madres indígenas.
“A mi hijo le dio diarrea, después hacía con sangre y vomitaba mucho, duró como una semana, estaba flaquito, hasta que se murió ahí, en casa de mi tía”, contó Miriam, una madre del pueblo indígena wayúu, que tuvo que enterrar a su bebé de ocho meses en una urna hecha con un gavinete de cocina de una vecina. La mujer, que tenía 17 años de edad cuando perdió a su pequeño, ya no recuerda cuántas veces fue al hospital de La Concepción, en el estado Zulia, pero siempre le decían lo mismo: Aquí no hay nada, tenéis que comprar las medicinas. Y ella regresaba con su hijo envuelto en una sábana1.
Cinco meses después, también murió el hermanito de Miriam de un año y dos meses de edad por parásitos, un cuadro severo de desnutrición y escabiosis2.
“Supimos que tenían amibiasis porque pedimos dinero para hacerles los exámenes. Nuestra sorpresa fue que no solo el hijo de Miriam estaba enfermo, sino que dos de los hermanos de ella también. La parasitosis la produjo el agua porque nos llega de un pozo clandestino. Esa agua es para riego pero así como llega, sucia y con larvas, así se la toman”, explicó Maury, líder comunitaria y vecina de Miriam3.
En ese momento el consejo comunal “se hizo cargo” y donaron una fosa común4.
Mientras nosotros intentábamos que nuestra bebé recuperara el apetito podía escuchar a Miriam diciendo de la que ahora es su única hija, “mi hija a veces come arroz hervido con azúcar, de resto le doy teta”. Comprendí que el seno de una madre bien nutrida, como era mi caso, es un talismán en momentos de enfermedad, pero cómo hacía Miriam si ella y su familia comían una sola vez al día.
Entre marzo y abril de 2024, varios niños del pueblo indígena warao de las comunidades Sakoinoko, Mukoboina y Yorinanoko, ubicadas en el estado Delta Amacuro, murieron de una enfermedad aún no determinada. Los niños warao -entre los 4 y 9 años de edad- presentaban fiebre alta, dolor de cabeza y de cuello y convulsiones. Poco antes de morir, experimentaban opresión en el pecho. Desde el primer síntoma, transcurrían 72 horas en las que los pacientes agravaban hasta dejar de respirar5.
De acuerdo con los reportes del cacique de Nabasanuka, Enrique Moraleda, 13 niños murieron por el padecimiento y todos presentaban los mismos síntomas6. Sin embargo, también se registraron reportes de cuatro niños que perdieron la vida el 11.3.2024, seguidos por otros cinco el 13.3.20247.
Recordé cuando estando en San Francisco de Guayo me desperté con los llantos que llegaban desde la capilla. Al acercarme vi cómo montaban dos urnas blancas pequeñitas en una curiara para trasladarlas hasta el cementerio.
¿Cuántos de los bebés que acunamos en aquellos viajes seguirán con vida?
A 7971 kilómetros de distancia de este escritorio, los niños warao continúan muriendo en los brazos de sus madres tras varios días de navegación para llegar a un centro de salud y los cuadros de desnutrición hacen que un niño de un año de edad aparente seis meses.
Entre el monitoreo de noticias que reviso para redactar el informe fueron apareciendo otros casos, que si bien no trataban directamente de la realidad indígena, hablaban de un contexto de violación del derecho a la salud en mi país que por supuesto los afecta.
En agosto 2023, 10 niños y niñas desarrollaron meningitis tras recibir tratamiento para la leucemia; el medicamento utilizado para combatir la infección había sido importado y distribuido por el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales en el hospital pediátrico J.M. de los Ríos de Caracas. En septiembre, las autoridades sanitarias se negaron a realizar un análisis del medicamento. En noviembre se tuvo noticia de que una niña de ese grupo había fallecido, y no había información oficial sobre las investigaciones para determinar la responsabilidad de su muerte. Los medios de comunicación informaron que varias asociaciones habían solicitado una investigación oficial del caso8.
Los datos que seguí revisando continuaron siendo desoladores: 48% de los hospitales que tienen hospitalización pediátrica reporta que no hubo fórmulas lácteas, entre enero y julio 20249; la escasez de medicamentos se situaba en el 26,3 % en agosto de 2023, según estimaciones de la organización humanitaria Convite, y a pesar de la reducción de la escasez, los medicamentos son inasequibles para muchos10; debido a las enfermedades y a la falta de servicios básicos, alimentos y material escolar, más del 26 % de los niños de entre 0 y 17 años no van a la escuela11; según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, Venezuela tiene una elevada tasa de mortalidad materna, con 125,4 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos, así como una elevada tasa de embarazos adolescentes, de 97,7 por cada 1.000 niñas y mujeres de entre 15 y 19 años; una cesárea en un hospital público de Venezuela cuesta alrededor de 228 dólares o alrededor de 65 sueldos mínimos12...
En cuanto al derecho a la alimentación, según el Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y Nutricional de la ONU de 2022, Venezuela tiene la mayor prevalencia de subalimentación de Sudamérica.
El informe anual de Provea correspondiente al año 2023 ya reportaba que más del 45 % de los hogares enfrentan inseguridad alimentaria y un salario mínimo de 130 Bs. (4 dólares mensuales) que no cubre las necesidades básicas de una persona. Algunos datos desglosados indican que solo 16% de los hogares consume una cantidad suficiente de alimentos y 50,6% dedican casi todo su presupuesto a alimentos.
La enfermedad pone el foco en lo esencial. Después que pasó la roseóla a nuestra hija le terminaron de brotar los dientes y comenzó a gatear. Aquella fiebre trajo un mensaje para mí: que buena parte de mi insatisfacción -la soledad y el aislamiento por vivir en el campo; la falta de vehículo para desplazarnos; el miedo al frío, al calor extremo y a los perros pastores; la nostalgia por mis viajes, por el compartir en los territorios indígenas, por los amigos y por la familia que aún permanece en Venezuela o está dispersa por el mundo- ha sido real, pero al mismo tiempo una fuente de sufrimiento.
Este último año he tenido que aprender a depender, a pedir ayuda y ver que la ayuda viene de distintos modos y direcciones. Poco a poco hemos ido creando una red de amigos. Como diría May Sarton: “Empecé a comprender lo que de verdad es un pueblo: por un lado, respeto por la privacidad; por otro, conciencia por las necesidades del vecino. Así, por más ajeno que algunos de nosotros podamos considerar a un forastero, en realidad somos parte de una red invisible y nos apoyamos en su existencia”.
Una persona me dijo que me desplacé de mi país hacia mi país y aunque no tengo claro en cómo etiquetar esta estancia en Italia -ni exilio, ni migración, otra cosa- lo cierto es que casi dos años y medio después estoy tomando consciencia en cómo este territorio nos ha sostenido.
Durante este tiempo hemos tenido acceso a salud, alimentación y la tranquilidad de la vida en el campo. Una quietud que para mi ser periodista puede ser excesiva, pero que mi ser escritora y mi familia están agradeciendo.
Concretamente en el derecho a la salud, tenemos un médico de familia, una pediatra, acceso a un plan de vacunacion y exámenes médicos, de forma gratuita o bastante subencionados. No todo es perfecto pero al menos existe.
La situación en Venezuela me ha hecho pensar mucho en el contexto de guerra en que creció mi bisabuela Rosa y en el que, desafortundamente, también tuvo que criar a sus tres hijos en Italia. La imagino parada en una esquina de esta casa contemplándome mientras me quejo, dejando que yo sola me consuele. Cuando debo levantarme en la madrugada para amamantar, su espíritu también lo hace para cocinar dos grandes ollas de alimento para las vacas y los cochinos. Cuando me preocupa el dinero, ella, treinta años antes, sin conocerme, está depositándome un bonus fructifero, que no cobraré porque se perdieron los papeles, pero que me dice que pensaba en mi bienestar. Cuando siento nostalgia, su espíritu acompaña la migración de dos de sus hijos, una a Francia y el otro a Venezuela, a donde años antes había migrado su exesposo.
En aquel entonces la vida era de semiesclavitud, especialmente para la mujer. La única opción que había era trabajar en el campo para comer o migrar a otro país para enviar dinero. Obviamente esta última opción estaba reservada a los hombres o a las mujeres, previamente casadas.
Mi bisabuela murió con las manos cerradas por la artritis, dos capullos espinados después crear y dar.
¿Qué tanto ha cambiado en nuestra época?
El total de ciudadanos italianos inscriptos en el AIRE alrededor del mundo es de 5.290.000 personas. No obstante, se estima que la comunidad (italianos legales y potenciales) es de aproximadamente 65 millones de personas. A esto se suma la actual “fuga de cerebros” por la falta de empleo en este país.
Más de 7,7 millones de personas han salido de Venezuela buscando protección y una vida mejor; la mayoría –más de 6,5 millones de personas– ha sido acogida por países de América Latina y el Caribe13.
Es este el contexto que estamos viviendo.
Una fiebre tan alta que puede destruir la fe en la vida misma o hacer que huyas para salvar la vida misma.
En una de las cocinas de esta casa, que antiguamente era la habitación donde dormían mis bisabuelos y nacieron sus hijos, está grabado en cemento el año en que hicieron esta casa: 1932. Ni mi padre, ni mi tío, ni mi prima, ni mis hermanos, ni yo nacimos aquí y, sin embargo, con el nacimiento de mi hija se materializó el regreso de la tercera generación. El 11 de marzo nuestra hija cumplirá su primer año.
Siento gratitud por este territorio y quiero seguir trabajando por-en-el país de dónde vengo.
Es este el meollo del asunto, también un conjuro.
Fueguitos para compartir
-un fuego que enciende otros fuegos-
Mientras revisaba un libro sobre la correspondencia de Remedios Varo, pintora surrealista española, encontré las cinco cartas que envió desde el Hotel Jardín de Maracay donde se hospedaba, a su amiga la fotógrafa Kati Horna que vivía en México. En estas comunica algunas de las dificultades que vive durante su experiencia venezolana, que durará poco menos de dos años14.
Remedios Varo viaja el 19 de diciembre de 1947 junto al piloto Jean Nicolle de México a Venezuela, con destino a Maracay. Forma parte de una expedición científica francesa organizada por el Instituto Francés de América Latina. En la capital del estado Aragua están su hermano Rodrigo Varo, que trabaja como médico epidemiólogo, y la madre de ambos. No se han visto desde 1937, fecha en que la pintora abandona su país natal huyendo de la Guerra Civil15.
Me impresiona tomar consciencia que unos meses después, en 1948, llegará mi bisabuelo a Venezuela. La distancia entre la selva de Turén, ubicada en el estado Portuguesa, en pleno llano venezolano, donde este trabajará, y Maracay es de 268 kilómetros. Prácticamente no existía ninguna posibilidad de que coincidieran pero ambos viajaron a Venezuela por los mismos motivos. “Lo que sí creo es que aquí se hace dinero, todo el mundo parece tener muy buenas situaciones…”, escribe Remedios Varo en una de sus cartas. “Piensa en el oro, quizá como en el viejo mito de El Dorado, oculto en algún lugar cercano al Orinoco”, agrega Marina Gasparini Lagrange, docente, ensayista, investigadora y coordinadora editorial venezolana, en el análisis que aparece al final de las cartas.
Notas:
1Indígenas de San Isidro dudan del voto tras décadas de pobreza
2Ibidem.
3Ibidem.
4Ibidem.
5Crónica Uno. Muerte de niños waraos por enfermedad pone en alerta a comunidades indígenas y autoridades de Delta Amacuro [en línea] Muerte de niños waraos alerta a indígenas de Delta Amacuro Edición del 14.4.2024
6El cacique de la comunidad Nabasanuka, Enrique Moraleda, elaboró una lista lista con nombres, apellidos, la fecha de la muerte y comunidad donde se produjo el deceso: Decesos del 4 de abril: 1. R. Torres, 4 años. Mukoboina. 2. Y.Torres, 9 años. Mukoboina. 3. E. González, 4 años. Yorinanoko. 4. A. Torres, 4 años. Mukoboina. Fallecimientos del 6 de abril: 5. Y. González, 9 años.Yorinanoko. 6. M. Morales, 9 años. Yorinanoko. 7. F. González, 6 años. Yorinanoko. 8. B. Tovar, 9 años. Mukoboina. 9. Por identificar. Mukoboina. Muerte del 7 de abril: 10. Un niño por identificar, Mukoboina. Fallecimiento del 8 de abril: 11. un niño por identificar en Mokoboina. Muerte del 9 de abril: 12. E. Torres, 8 años. Mukoboina. 13. Por identificar. Fuente: Radio Fe y Alegría Noticias. Fallecimientos de niños waraos: Gobernadora habla de brote de una enfermedad por determinar [en línea] Fallecimientos de niños waraos: Gobernadora habla de brote de una enfermedad por determinar - Radio Fe y Alegría Noticias Edición del 15.4.2024
7El Nacional. Reportan muerte de niños indígenas por extraña enfermedad en Delta Amacuro [en línea] Nueve niños indígenas murieron por rara enfermedad en Delta Amacuro Edición 9.4.2024
8 Informe Amnistía Internacional. Abril 2024.
9 https://www.encuestanacionaldehospitales.com/_files/ugd/0f3ae5_6a2c8d33e4e74f71a17b30019e098321.pdf
10https://www.hrw.org/es/world-report/2024/country-chapters/venezuela#:~:text=La%20escasez%20de%20medicamentos%20se,potable%20merma%20los%20servicios%20hospitalarios.
11Ibidem.
12 https://www.encuestanacionaldehospitales.com/_files/ugd/0f3ae5_6a2c8d33e4e74f71a17b30019e098321.pdf
13https://www.acnur.org/emergencias/situacion-de-venezuela
14Fuga epistolar. Dossier de lectura en torno a la correspondencia de Remedios Varo. Malba Literatura.
15Ibidem.
Ahhh es que tu también estabas perdida chica! desde la última publicada el 2 de diciembre, pensaba que era yo que no había entrado a leer. Solo me falta una por leer.
Hola Minerva, hoy, por fin después de 4 meses de postparto, poniéndome al día con tus escritos, aquí en mi escritorio (esta es mi tercera semana de regreso al trabajo). Decidí comenzar con el mas reciente (cosa que es raro que haga), normalmente mi obsesión por el orden cronológico me hace iniciar las cosas en orden del mas antiguo a mas reciente, pero bueno.... que desolador todo lo que escribes sobre la salud en nuestro país y pega aun mas desde nuestra posición de madres, imaginar el dolor de esas madres y por qué no? esos padres, ya que nos tocaron buenos hombres como padres de nuestras niñas y estoy segura que tanto el tuyo como el mío, de leer tus escritos, se deben sentir igual de mal.... Gracias por lo que haces... seguiré poniéndome al día y deleitándome con tu escritura.. Una abrazo desde RD, aquí con mi extractor de leche funcionado y algo de música para que "fluya" mejor la extracción..